
08 Feb El último entroido o carnaval salvaje. Santiago de Arriba, Chantada
Asistir al Entroido Riberao es adentrarse en una celebración rural de culto a la fertilidad, tal como se hacía varios siglos atrás. Es tan antigua que no se sabe con exactitud sobre su origen y es difícil unificar interpretaciones sobre el significado de los rituales que se llevan a cabo. La música de gaitas y tambores es una constante, no importa si hace frío o llueve, la fiesta sigue su curso.
Estamos en un lugar recóndito de Lugo (Galicia) al que se accede por sinuosas carreteras de subida y bajada. Lo primero que nos sorprende del entroido es la poderosa presencia de los Maragatos, seres místeriosos que van cubiertos con pieles, osamentas y cornamentas de animal. Tienen mal carácter, llevan a mano un látigo que no dudan en usar ante la menor provocación, su labor es proteger a los Volantes o Campanilleiros encarnados por niños y jóvenes quienes se movilizan en grupo y ejecutan danzas impetuosas con el fin de hacer sonar las campanas que llevan a la cintura. Visten ropa tradicional gallega, colororidos pañuelos sobre los hombros y zapatos de baile. Algunos llevan el rostro tiznado, otros con careta, aunque la mayoría van al descubierto.
El tintineo metálico aleja a los malos espíritus por eso los volantes desfilan por todo el pueblo para envolverlo de magia y esperanza para el nuevo ciclo. El colorido de sus trajes hace contraste con la tierra húmeda y la naturaleza estrujada por el invierno. “Ellos atraen lo nuevo, el renacer, la esperanza” nos dice Bea, asidua asistente al entroido. Nos asegura que cualquiera puede solicitar participar en algún rol del carnaval.
La figura central es el Pucho, un tocado de gran tamaño -un metro de altura- hecho con un centenar de cintas coloridas en las que descansan flores hechas a mano y una muñeca. Como pesa bastante, el portador es un mozo fuerte que danza por los caminos de la aldea, agitando un bastón para invocar a la fertilidad y la abundancia de la tierra. Son los fieros Maragatos quienes le abren paso entre la multitud.
Aunque es un festejo muy suyo, los lugareños se muestran amables con los visitantes, no tienen reparo en responder cualquier pregunta y si es la primera vez que uno asiste, ofrecen alguna cortesía, a nosotros nos obsequiaron boletos para participar en la rifa del día.
El ambiente es familiar y ameno, como se efectúa en pleno campo, se habilitan casetones de madera para usos diversos, uno es vestuario de los protagonistas, otros son para comer y, por supuesto, no falta un modesto perobien surtido bar.
Una de las actividades más aplaudidas es el Desfile de los Oficios, una representación teatral en la que los vecinos actúan para narrar los sucesos más sonados del pueblo durante el año. Es un momento de mucho disfrute para los lugareños que al reconocer o reconocerse en el escenario sueltan carcajadas o protestas ocurrentes. Todo es broma.
Este carnaval o entroido fue rescatado del olvido, ya que durante la dictadura estuvo prhíbido. Hoy, las nuevas generaciones están comprometidas a que nunca vueva a perderse. Es una tradición asociada a la bienvenida del próximo renacer de la vida y cómo no rendirle culto al naturaleza cuando se tiene la fortuna de vivir en el corazón de la Ribeira Sacra donde el espíritu se recrea cada día con las hermosas vistas del Rio Miño y el Cañón del Sil.
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